Una cita en un pueblo de Albacete

Juanan Salmerón
3 min readSep 14, 2022

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Hoy he descubierto que “Antes del amanecer”, de Richard Linklater, está inspirada en una historia real, en un viaje del director a Philadelphia en 1989 en el que conoció a Amy, una chica con la que pasaría esa noche y nunca más volvería a ver.

En la historia real, al igual que sucede en la película, los protagonistas se encuentran por casualidad y, sintiéndose atraído el uno por el otro, deciden conversar toda la noche hasta que llega la hora de separarse. Esta historia, breve y bonita, inspiró al director para rodar “Antes del amanecer”, tomándose la licencia, eso sí, de cambiar la juguetería de Philadelphia en la que conoció a Amy por el tren de Budapest a Viena en el que se conocen Jesse y Celine.

Sin embargo, a pesar de rodar la película, con bastante éxito, y de dejar suficientes señales a la chica de Philadelphia para que se diese por aludida y retomara el contacto, ella no lo retomó. Esta ausencia de señales por parte de Amy llevó al director a rodar “Antes del atardecer”. En ella ya no se cuenta la historia del primer encuentro , sino la historia de un encuentro posterior, deseado y no conseguido por el director en la vida real. En ese segundo encuentro, los protagonistas, nueve años después de su noche en Viena, hablan sobre esa primera noche juntos y cómo aquel día, por breve que fuese, les influyó el resto de su vida.

Tiene esta segunda película una frase que le dice Celine a Jesse que resume bastante bien la esencia de esos encuentros y lo que, imagino, sintió Richard Linklater aquél día que pasó con Amy:

“Supongo que, cuando eres joven, crees que conocerás a muchas personas con las que conectarás, pero más adelante, en la vida, te das cuenta de que solo sucede unas pocas veces”.

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Pensando en esta trilogía y en lo que significa conectar con alguien, he recordado una biografía que leí en Tinder hace unos meses y me llamó la atención. En ella, una chica lanzaba una advertencia, súplica o ruego, como queráis llamarlo, diciendo que: “Sólo busco a algún chico que no sea aburrido”. Me pareció ingenioso y acertado, pues creo que lo que busca alguien en otra persona es divertirse, no mirar el reloj, sentir que cualquier plan, si es juntos, estará bien, sea donde sea; volver a casa y preguntarse cuánto falta para volver a verla, para seguir escuchando sus historias. ¿El resto? No se dará si esa persona te aburre, si no te interesa nada de lo que te cuenta ni es divertido pasar tiempo juntos.

Como dijo el otro día Lorena G Maldonado, lo importante es elegir la compañía:
“Más importante que decidir el lugar al que viajar es elegir la compañía. La compañía es lo que hace el viaje -y la vida-: hay gente con la que te lo pasas bomba en un pueblo de Albacete. Y hay gente junto a la que no sientes nada ni viendo una puta aurora boreal”.

O como dijo hace unos meses Tamara Tenenbaum: “Las parejas no necesitan hacer cosas, lo sabe cualquiera que alguna vez se haya enamorado o se haya divertido con alguien, alcanza con un mate o una botella de vino y si no alcanza con eso, no alcanza con nada”.

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Creo que Richard Linklater, en boca de Celine, está en lo cierto cuando dice que cuando eres joven e iluso piensas que la conexión-y diversión- que tienes con alguien serás capaz de tenerla con mucha gente. Creo que acierta porque, con el paso de los años, uno va notando que hay veces que la conversación no fluye, por mucho que quieras; que las bromas que con algunas personas salen de forma natural se convierten en frases manidas y repetidas por llenar los silencios con la otra gran mayoría. Que no es culpa tuya ni suya. Que simplemente es difícil. Que no siempre vas a encontrar gente con la que no tendrás ganas de mirar el reloj, personas con las que estás deseando desayunar dos días seguidos y no estás deseando perder de vista.

Simplemente es difícil encontrar una persona con la que tener una conexión.

Y es, casi imposible, conocer a alguien con el que estés deseando perderte y pasártelo bomba en un pueblo de Albacete.

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