Sobre el fracaso y el éxito: el mordisco del perro Bryn

Juanan Salmerón
4 min readSep 8, 2020

Hace unos meses vi “Losers”, un documental de Netflix sobre pequeñas historias deportivas relacionadas con el fracaso y la derrota. Entre historias de boxeadores o patinadoras, destaca especialmente la del Torquay United, un equipo de la Liga Nacional Inglesa (el equivalente a la preferente española) que en la temporada 86–87 se jugaba el descenso en el último partido. Empezaron perdiendo el partido más importante de la temporada 0–2, como no podía ser de otra forma, lo que provocó altercados en la grada y obligó a la policía a colocarse con sus perros en el campo vigilando. Otra vez lo mismo de siempre para ellos.

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La semana pasada me notificaron una sentencia que estaba esperando desde principios de marzo. Es el asunto más importante que he llevado, contra la empresa más importante y al que más tiempo le he dedicado sin duda, tanto de preparación y estudio como de juicio. Me desestimaron la demanda por algo que considero injusto, el oficio es así. Perdimos. Aunque agradecí las palabras que el cliente me dedicó, noté su agradecimiento sincero y que, en cierto modo, ganar o perder no era tan importante para él como luchar por algo que creía justo.

El fracaso, por suerte o por desgracia, es algo con lo que he tenido que lidiar más de una vez en mi vida. Y, quizás por eso, siempre me gustó mucho el poema que Walt Whitman le dedica a los vencidos, a los que no consiguen sus objetivos, a los derrotados, a los que luchan y aún así no lo consiguen:

(..)

“Mis marchas no suenan solo para los victoriosos,
sino para los derrotados y los muertos también.
Todos dicen: es glorioso ganar una batalla.
Pues yo digo que es tan glorioso perderla.
¡Las batallas se pierden con el mismo espíritu que se ganan!
¡Hurra por los muertos!
Dejadme soplar en las trompas, recio y alegre, por ellos.
¡Hurra por los que cayeron,
por los barcos que se hundieron el la mar,
y por los que perecieron ahogados!
¡Hurra por los generales que perdieron el combate y por todos los héroes
vencidos!
Los infinitos héroes desconocidos valen tanto como los héroes mas
grandes de la Historia”.

Tal y como decía vivimos en la época en la que ganar y triunfar lo es todo. Vendemos públicamente nuestra felicidad y nuestros fracasos los tomamos únicamente como el “aprendizaje” o “el peaje” para llegar al triunfo y la felicidad, que es el único fin posible según lo que nos han intentado vender. Y no es cierto. A veces los fracasos no acarrean aprendizaje, simplemente son eso, fracasos que hay que superar y seguir. No siempre Mr Wonderful, 72 kilos o los libros de autoayuda llevan razón. No siempre depende de nosotros. Y no todos los tropiezos ayudan.

Me gusta en cambio más la filosofía y lo que desprende uno de mis fragmentos favoritos de El Quijote, mucho más realista. A veces vienen mal dadas y fracasamos, por mucho empeño que pongamos en triunfar. Otras sale bien, aunque pongas menos empeño, simplemente por estadística, porque ya hemos agotado la mala suerte ese mes.

“Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro, si no hace más que otro. Todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas, porque no es posible que el mal ni el bien sean durables y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca (…)”.

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El Torquay United mejoró y metió el 1–2. Se ánimo, la afición se vino arriba con ellos y empezó a acosar al rival en busca del empate que le diese la salvación. En los últimos minutos el central Jim fue a la banda a por el balón cuando el pastor alemán Bryn pensó que iba a atacar a la policía y le mordió. Esto provocó que el partido se tuviera que parar durante varios minutos, tiempo extra que el Torquay aprovechó finalmente para meter el 2–2 y salvar la categoría ese año. Con un empate en el último minuto. Gracias a ese mordisco y al tiempo perdido tuvieron tiempo suficiente para igualar un partido que sin mordisco quizás nunca hubiesen empatado.

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A veces la historias tienen final feliz. Otras en cambio no. Otras terminan bien de casualidad y con un pírrico empate, por un mordisco de un perro.

Echando la vista atrás uno se da cuenta de que las victorias y los fracasos se relativizan. Y, además, que muchos fracasos encierran historias más bonitas, entretenidas y con personas más agradecidas que ciertos triunfos.

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